En la actualidad, cada vez son mayores los casos de daño cerebral adquirido a consecuencia de ictus, siendo la primera causa de mortalidad en mujeres y la segunda para hombres en España. Tras un ictus, pueden aparecer multitud de cambios físicos, cognitivos, emocionales y de conducta que dan lugar a dificultades en la vida de la persona afectada y también de su entorno cercano. Las afectaciones cognitivas más comunes se dan en atención, memoria y funciones ejecutivas, pero las secuelas conductuales también suelen ser evidentes, manifestando cambios en la personalidad, volviéndose más irritables, agitados, agresivos, apáticos y, a menudo, desinhibidos a consecuencia de las alteraciones cognitivas, afectando todo ello a la calidad de vida.

Estos cambios en el comportamiento, suelen presentarse en la mayoría de las personas tras un ictus y, si no se tratan adecuadamente, pueden persistir o incluso agravarse con el tiempo. Es por eso que desde la neuropsicología se deben abordar tanto los síntomas cognitivos y emocionales, como los conductuales, que en muchas ocasiones pasan a un segundo plano a pesar de ser unos de los más difíciles de manejar para a familia.

¿EN QUÉ CONSISTEN ESTOS CAMBIOS?

Por la gran prevalencia de estos síntomas conductuales, es importante que se desarrollen escalas que permitan medir y cuantificar los déficits para un tratamiento más específico después. No existe consenso de una intervención única y eficaz, sino que el tratamiento debe ajustarse a las características de cada afectado. Lo que sí deben tener todas las intervenciones en común es el tratamiento de manera holística, es decir, que se trate al paciente desde todos los ámbitos de su vida y de manera integral, así como con la coordinación de los diferentes profesionales que intervengan.

Los trastornos de conducta son diferentes dependiendo de la zona cerebral en la que se produzca la lesión, encontrando que las zonas frontales se relacionan más con desinhibición, euforia y comportamientos inadecuados en ambientes sociales; las lesiones en zonas subcoticales manifiestan apatía, impulsividad, falta de espontaneidad; y los daños en zonas temporales conllevan en mayor medida irritabilidad y agresividad.

Imagen del cerebro, en rojo encontramos el Córtex Prefrontal, el área asociada a la regulación del comportamiento.

Además, es importante tener en cuenta que, cuando reciben el diagnóstico, las personas con lesión cerebral pasan por una serie de etapas, que suelen ser negación, ira, negociación, depresión, hasta llegar a la aceptación de la realidad. Todas estas etapas deben trabajarse con los profesionales, ya que influirán notablemente en el transcurso del tratamiento.

¿CÓMO ES LA INTERVENCIÓN?

A nivel neuropsicológico, se recomienda comenzar la intervención en la fase ambulatoria, ya que las personas muestran conciencia de sí mismos y sus déficits. Asimismo, no todas las intervenciones funcionan de la misma manera para todos los pacientes, ya que cada cual tiene
sus características específicas, aunque las investigaciones informan que las más eficaces suelen ser del modelo cognitivo conductual, con las técnicas propias del aprendizaje, junto con la psicoterapia. Los estudios muestran que con la modificación de conducta se consiguen avances significativos, influyendo en la aceptación de la discapacidad, en la conciencia y en el funcionamiento de la vida diaria de la persona. También es importante que la familia colabore en la rehabilitación, ya que pasan más tiempo con ellos y pueden, a través de la dotación de herramientas, participar activamente como coterapeutas.

Por otro lado, la terapia grupal resulta una buena alternativa para estos pacientes, de manera que los sujetos interactúan con personas con circunstancias similares proporcionándose apoyo, aprendiendo de las experiencias entre ellos, permitiendo el contraste de opiniones de uno mismo con las de los demás y dando lugar a una mayor evolución de cada sujeto.

Por tanto, es importante resaltar desde la neuropsicología la importancia de la intervención teniendo en cuenta los síntomas cognitivos, emocionales y conductuales, los cuales son inseparables y se retroalimentan, además de influir sobre la calidad de vida de estas personas.

Escrito por Andrea Calvo Rojas. Graduada en Psicología.

Referencia:
Martín de la Huerga, N., Muriel, V., Aparicio-López, C., Sánchez-Carrión, R., y Roig, T. (2014). Una revisión de las escalas de evaluación para medir el cambio de condyucta debido a la lesión cerebral y el tratamiento de estos cambios. Acción Psicológica, 11(1), 79-94.

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